A Barcelona

Tres años llevo intentando cumplir con lo que ya para mí no es, entendido en términos meramente formales, sino un requisito. Claro está, ya hablando materialmente de la cosa, por supuesto que estaría encantado de que me sea proporcionado un espacio en el que pueda dedicarme a estudiar, leer, discutir, discurrir, indagar. Por supuesto que añoro estar en tierra fértil para mis semillas —que en la mía, debo reconocerlo, pasarían grandes dificultades para crecer, a no ser que traiga abono nuevo. Ese es el auténtico sentido del doctorado: no meramente cumplir con una formalidad, sino hacer fértil la tierra.